hidrogenesse

Un nuevo público le ha nacido a Hidrogenesse: comunicadores científicos y afines. «Nunca pensamos que publicarían entrevistas nuestras en revistas científicas». Carlos Ballesteros alude así al «doble camino» recorrido junto a su pareja musical, Genís Segarra, desde que sus canciones hablan de máquinas, de ordenadores y computación, de software, robots y matemáticas. Sin previas pretensiones, confiesa, «divulgamos temas científicos entre nuestros seguidores y, a la vez, atraemos a otro público ya interesado de antemano en la divulgación de la ciencia».

Alan Turing viene con ellos a Zaragoza para participar en las Jornadas D+I. «Tan matemático, tan agnóstico, tan santo». Su forma de enfrentarse a la vida les pareció a Carlos y a Genís «elogiable», su amor por las máquinas, «entrañable». Y la figura de este matemático de la primera mitad del XX, con el que intimaron gracias a una propuesta de un centro cultural sevillano, ha terminado inspirando un disco, ‘Un dígito binario dudoso. Recital para Alan Turing; un repertorio electrónico de siete temas que será concierto en Etopia.

El proyecto sevillano al que alude Ballesteros no prosperó. «El centro cerró y nunca llegamos a materializar aquella propuesta que nos hicieron con Alan Turing. Pero como habíamos reunido tanta documentación, decidimos preparar un recital con ella por nuestra cuenta». Ya antes, Hidrogenesse tenía ‘letras tecnológicas’ (‘Eres PC, eres MAC’), por eso fueron solicitados para aquel proyecto inconcluso. «Y al final nos salió un disco», que, por cierto, «ha tenido muy buena acogida».
Genís Segarra nos hablará en las Jornadas D+I de los porqués de este disco. Será en el espacio dedicado a la ‘Ciencia con los cinco sentidos. Divulgar con música e imagen’.

«Nos sorprendió que la ciencia nos sirviera de fuente de inspiración, que fuera chicha para nuestra música», cuenta Ballesteros. Y ahora, Hidrogenesse, aun reconociéndose unos «papanatas en matemáticas», tienen la misión de perpetuar el afán divulgador que ya tenía Turing, su sentido del humor, su incapacidad para mentir («era en esto como un robot»), su visión «tan superavanzada» y su idea de que las máquinas, que por supuesto tienen alma, han de estar en contacto con los hombres para que vayan aprendiendo.