gandules

A la voz de: “Chili, chili, chilindrón en el agujero del rodapié se esconde un ratón”, nuestro padre nos despertaba cada mañana golpeando una cacerola con un martillo. Transcurrió nuestra infancia entre el molino de harina y los tirachinas, dando uso a las mejores suites ofimáticas y entreteniendo las largas tardes de Noruega con avanzadísimas videoconsolas de la época, que nuestro padre construía con sus curtidas manos.

Nosotros, Dun y Tobo Gandul, sus hijos, añorábamos el calor de una madre, que sustituíamos con una estufa de keroseno. Luego vino la escuela en Gabón y la universidad en Dusseldorf, una formación cosmopolita, que supuso una dura prueba de vida para dos jóvenes noruegos como nosotros. Concluida nuestra formación universitaria, muy heterodoxa, y tumbados a la bartola, fuimos llamados por las “medio musas”, esas medio musas que sólo dejan que participes de la mitad de las canciones que ya han escrito otros, y nos eligieron para destrozar esa otra mitad. Y así pasamos a formar parte de ese “moco de pavo” que son las “versiones mejoradas” y que nos ha llevado a recorrer la distancia entre la Tierra y la Luna en calesa.

Esperamos sinceramente, que estas pocas líneas hayan servido para crear más confusión sobre nuestras personas, nuestras vidas y nuestras pretensiones y hayan ayudado para sembrar, aunque sólo sea un poquito, el caos en el mundo.

Ladrillo y punto.