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Durante la víspera de las jornadas de Divulgación Innovadora D+I empezó a fluir por Twitter un relato colaborativo del que @jornadasDmasI lanzó la primera piedra (prestada por Monterroso): “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Tuit tras tuit, se creó colectivamente una original historia. Un ejemplo de divulgación original y colectiva.

Era solo el principio… El taller de creatividad para divulgadores de Javier Mateos experimentó con la mezcla de cabezas dispares y el sexo de ideas. Durante el combate cuerpo a cuerpo entre divulgadores y científicos sobre El Ring de la Ciencia, el público tomó la palabra, apostó al ganador y sacó su tarjeta roja ante cualquier palabro incomprensible. Expresando su contento al entender o su extrañeza al quedar fuera de juego, cooperó con los científicos en divulgar mejor. El auditorio William Mitchell de Etopia se convirtió en un gran cerebro bien interconectado bajo la batuta de Elena Sanz, en el taller Conoce tu cerebro. Y el círculo -modelo terapia de grupo- de los ‘Divulgadores anónimos’ de la AECC se quedó sin sillas para contar lo que cada uno hace pero, sobre todo, para escuchar qué hacen los demás, en atento silencio. Hasta el museólogo Goéry Delacôte dibujó el futuro de los museos de ciencia en forma de red distribuida de espacios que cooperan, “lugares flexibles diseñados para el cambio”.

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Un hilo conductor fue ganando brillo conforme avanzaban las jornadas D+I, en una labor tejida, precisamente, juntos. Entre todos los asistentes. Muchos salieron con ideas y con ganas de ponerlas en marcha y también con proyectos en colaboración con otros. El programa era lo visible. Mil gracias a quienes construyeron la parte que le faltaba al iceberg.

Sabíamos que el de las jornadas D+I era un programa panorámico, diverso, dinámico. Uno tras otro, los ponentes nos fueron invitando a mirar la comunicación de la ciencia desde diversos lugares. “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre las mismas cosas”, recordamos al inicio, como un canto a explorar, probar, experimentar. Sin bata blanca pero con creatividad y audacia.

Lo que no podíamos prever era el ambiente que crearían los asistentes: participativo, abierto, con una buena tierra para la cooperación. Dispuestos a mirar desde donde miran otros, tuvimos diálogo, reflexión sobre lo que hacemos y sobre cómo lo hacemos. De mano de sus protagonistas, conocimos múltiples iniciativas venidas de toda España: científicos que diseñan videojuegos para cazar parásitos de la malaria y hacer diagnósticos colectivos mediante ciencia ciudadana, divulgadoras que son actrices al mismo tiempo, periodistas que se atreven a enfrentarse a un científico sobre un ring de boxeo, músicos que cantan la historia de la ciencia, corazones en 3D, recetas de cocina con mucha ciencia, ficciones sonoras que cuentan la llegada de Curiosity a Marte… Y descubrimos que la ciencia llega a la calle, a los bares, a las cárceles, a tu móvil, a tu televisor en los descansos de tu serie favorita.

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Pero no bastaba con teorizar sobre cómo captar al público. El programa también se empeñó en conquistar la atención de los presentes intercalando sesiones ‘In vivo’ de monólogos científicos (y hasta un rap improvisado) a cargo de los tripulantes de The Big Van Theory; la PAI con su espectáculo de teatro científico ‘Oh!ndas’, que combinó dosis de física con mucho humor y experimentación en directo; la magia y la neurociencia de Miguel Ángel Gea y Luis Martínez Otero, respectivamente; los cinco asaltos de El Ring de la Ciencia, liderado por Óscar Menéndez, de Explora Proyectos; y la música electrónica de Hidrogenesse y su recital para Alan Turing.

Sembrar la curiosidad

Una idea destacó: la divulgación de primera línea, en sus múltiples formas, no consiste tanto en transmitir conocimiento y «enseñar» sino en sembrar una semilla de curiosidad y despertar interés. Mimando siempre las emociones, las relaciones afectivas con el público.

Durante dos días, hubo ocasión de cazar un colaborador, de fichar un buen espectáculo divulgativo, de recolectar ideas y, sobre todo, energía y motivación. Las jornadas D+I tuvieron un efecto activador. Y desde la Fundación Zaragoza Ciudad del Conocimiento confirmaron que habrá unas segundas D+I justo antes de que comenzara a sonar “Despierta Alan del sueño profundo…”.

Fueron dos días de conocer lo que hacen otros, de mezclarse con gentes diversas. Un encuentro de divulgadores del que muchos salieron con ideas y ganas de ponerlas en marcha y también con proyectos en colaboración con otros asistentes. El programa era lo visible. Mil gracias a todos los que habéis construido la parte que le faltaba al iceberg.